UN NIÑO MUY HERMOSO, OLVIDADO O ABANDONADO EN CIMADEVILLA
Una criatura, como de ocho días, dejada de prestado en un bar
La dueña del establecimiento no quiere que aparezca la madre
Una criatura, como de ocho días, dejada de prestado en un bar
La dueña del establecimiento no quiere que aparezca la madre
Revuelo en Cimadevilla —segundo del día— a las diez y media de la noche. A la puerta de un pequeño bar de la calle de la Vicaria se apelotonaba la gente; mujeres, sobre todo, y comentarios a gritos:
- ¡Ay, qué madres! ¡"Ye cómo pa mátales"!". Dios da "fíos"...
- No te pongas así, "muyer", al menos ésta dejó el "críu" en "buenes" manos.
Había que enterarse de lo ocurrido. Y fue lo siguiente: A eso de las dos de la tarde se presentó en el pequeño bar de Pili una mujer bien vestida, enlutada, con un niño en brazos y en la mano un paquete como de zapatos. Pidió por favor por favor un vaso de agua.
- ¿A usted? —preguntamos a Pili.
- No, a mi marido. Yo estaba trajinando por la cocina. Precisamente tenía que preparar una paella para los candaminos que paran aquí. Son los que traen a Gijón la fresa y todos los sábados vienen a que les haga un buen arroz. El vaso de agua se lo sirvió mi marido que estaba en aquel momento leyendo VOLUNTAD.
- ¿Y qué más?
- La mujer se sentó aquí, en este rincón, donde están estas cajas de vino. Salí yo de la cocina y me pidió un favor : que le tuviese un momento al niño y le guardase la caja mientras ella iba a buscar una habitación. Quería, al parecer, encontrar posada para unos días.
Pili, como cualquier mujer que tenga el corazón en su sitio y más si es de Candamo y vive en Cimadevilla, accedió gustosa a lo que la desconocida le pedía. Cogió al "guaje" con todo cariño y dijo a la desconocida que podía marcharse tranquilamente.
¡Y tan tranquila que se marchó! A las diez de la noche, aún no había aparecido a recoger la criatura. Pili y su marido no las tenían todas consigo. ¿Qué será esto?, se preguntaban. Y, naturalmente, por consejo de algunos vecinos, Angel Mota, el famoso cocinero del "Hernán Cortés", decidió trasladarse a la Comisaría para dar cuenta del caso. A las una de la madrugada nada se ha puesto en claro.
Volvimos a las once y media a la calle de la Vicaría. Aquello era un hormiguero. Mujeres, sobre todo, a la puerta del bar, en el portal de la casa y arriba en la vivienda. Todas querían coger al chiquillo. Y algunas hasta llevárselo, porque la verdad es que el "guaje" lo merece.
Pili, deshaciéndose allá como pudo de aquellos embates de delirio maternal, consiguió abrirnos paso hasta la vivienda. En una cama, bien arropado, estaba medio adormilado el "rapacín". No aparenta tener más de ocho días. Es hermoso, como son todos los niños cuando nacen.
- ¿Y ahora qué, Pili?
- Pues que si me lo quitan, me darán un gran disgusto.
- Pero, ¿es que piensa quedarse con él?
- Dios me lo diera.
- ¿Le gustan los niños?
- Mire una cosa: Ángel y yo llevamos tres años casados y no tenemos descendencia. No hace muchos días, fui a Oviedo a consultar con don Ernesto Macías para ver si era posible que lograse tener hijos.
- ¿Y qué?
- Pues me mandó estar nueve meses a reposo y seguir un régimen para adelgazar.
- ¿Lo siguió?
- No me dio tiempo, porque...
-¿Qué?
- Porque cuando iba a someterme al régimen, hoy mismo, fue cuando apareció esta criatura. Y ¡qué casualidad...!
Y es cuando la mujer, la mujer, verdaderamente emocionada por la casualidad, nos muestra la hoja del calendario correspondiente al día de ayer. En su santoral dice: "Santos del día: la aparición de Santiago Apóstol'.
- De modo que, de no reclamarlo su madre y quedarse con él legalmente, le llamarán...
- Santiago Ángel. Santiago por el Santo del dia y Ángel por mi marido, a quien también le gustan los crios a rabiar.
Abandonamos el piso y del portal salimos a trancas y barrancas, porque en la calle había tal baraúnda que apenas si se podía dar un paso. Y las voces repetían:
- ¡Qué suerte la de Pili! ¡Además de ser "regaláu, ye guapu"!
Y es que el humor de los de Cimadevilla es así. —C.
- ¡Ay, qué madres! ¡"Ye cómo pa mátales"!". Dios da "fíos"...
- No te pongas así, "muyer", al menos ésta dejó el "críu" en "buenes" manos.
Había que enterarse de lo ocurrido. Y fue lo siguiente: A eso de las dos de la tarde se presentó en el pequeño bar de Pili una mujer bien vestida, enlutada, con un niño en brazos y en la mano un paquete como de zapatos. Pidió por favor por favor un vaso de agua.
- ¿A usted? —preguntamos a Pili.
- No, a mi marido. Yo estaba trajinando por la cocina. Precisamente tenía que preparar una paella para los candaminos que paran aquí. Son los que traen a Gijón la fresa y todos los sábados vienen a que les haga un buen arroz. El vaso de agua se lo sirvió mi marido que estaba en aquel momento leyendo VOLUNTAD.
- ¿Y qué más?
- La mujer se sentó aquí, en este rincón, donde están estas cajas de vino. Salí yo de la cocina y me pidió un favor : que le tuviese un momento al niño y le guardase la caja mientras ella iba a buscar una habitación. Quería, al parecer, encontrar posada para unos días.
Pili, como cualquier mujer que tenga el corazón en su sitio y más si es de Candamo y vive en Cimadevilla, accedió gustosa a lo que la desconocida le pedía. Cogió al "guaje" con todo cariño y dijo a la desconocida que podía marcharse tranquilamente.
¡Y tan tranquila que se marchó! A las diez de la noche, aún no había aparecido a recoger la criatura. Pili y su marido no las tenían todas consigo. ¿Qué será esto?, se preguntaban. Y, naturalmente, por consejo de algunos vecinos, Angel Mota, el famoso cocinero del "Hernán Cortés", decidió trasladarse a la Comisaría para dar cuenta del caso. A las una de la madrugada nada se ha puesto en claro.
Volvimos a las once y media a la calle de la Vicaría. Aquello era un hormiguero. Mujeres, sobre todo, a la puerta del bar, en el portal de la casa y arriba en la vivienda. Todas querían coger al chiquillo. Y algunas hasta llevárselo, porque la verdad es que el "guaje" lo merece.
Pili, deshaciéndose allá como pudo de aquellos embates de delirio maternal, consiguió abrirnos paso hasta la vivienda. En una cama, bien arropado, estaba medio adormilado el "rapacín". No aparenta tener más de ocho días. Es hermoso, como son todos los niños cuando nacen.
- ¿Y ahora qué, Pili?
- Pues que si me lo quitan, me darán un gran disgusto.
- Pero, ¿es que piensa quedarse con él?
- Dios me lo diera.
- ¿Le gustan los niños?
- Mire una cosa: Ángel y yo llevamos tres años casados y no tenemos descendencia. No hace muchos días, fui a Oviedo a consultar con don Ernesto Macías para ver si era posible que lograse tener hijos.
- ¿Y qué?
- Pues me mandó estar nueve meses a reposo y seguir un régimen para adelgazar.
- ¿Lo siguió?
- No me dio tiempo, porque...
-¿Qué?
- Porque cuando iba a someterme al régimen, hoy mismo, fue cuando apareció esta criatura. Y ¡qué casualidad...!
Y es cuando la mujer, la mujer, verdaderamente emocionada por la casualidad, nos muestra la hoja del calendario correspondiente al día de ayer. En su santoral dice: "Santos del día: la aparición de Santiago Apóstol'.
- De modo que, de no reclamarlo su madre y quedarse con él legalmente, le llamarán...
- Santiago Ángel. Santiago por el Santo del dia y Ángel por mi marido, a quien también le gustan los crios a rabiar.
Abandonamos el piso y del portal salimos a trancas y barrancas, porque en la calle había tal baraúnda que apenas si se podía dar un paso. Y las voces repetían:
- ¡Qué suerte la de Pili! ¡Además de ser "regaláu, ye guapu"!
Y es que el humor de los de Cimadevilla es así. —C.
Voluntad, domingo 24 de mayo de 1959
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