I was born thirteenth child
‘Neath the thirteenth moon
Spit out on ???
‘Neath the thirteenth moon
Spit out on ???
Hace apenas unos días, en la última noche de Halloween, the Boss Springsteen nos obsequió con este clip que, más allá de gustos personales (el ser fan incondicional del viejo Springsteen me hace cerrar la boca como si de una cremallera se tratase, a buen entendedor...), nos trae a la cabeza la aterradora leyenda del demonio de Jersey, por el que tantos niños -y no tan niños- norteamericanos fueron, son y serán incapaces de conciliar el sueño.
Lo que se dice del diablo de Jersey es común a muchas otras leyendas criptozoológicas: una suerte de dragón alado, con no muy buenas intenciones, que se esconde en los montes desde hace siglos y que, periódicamente, sale de su madriguera para llevar a cabo terribles hazañas con humanos.
La historia oral nos remite a 1735, y es muy probable que tenga, como todas, una base real. Cuenta que, en ese año, una mujer llamada Deborah Leeds, esposa de Japhet Leeds, parió a su treceavo hijo en esta vieja y pobre casa de Burlington, cerca de Leeds, Nueva Jersey. El niño, aparentemente normal, creció hasta adquirir una forma monstruosa: desarrolló cabeza y patas de caballo, alas de murciélago , cuernos de cabra y cola de dragón. Deborah, temerosa del qué dirán, encerró al niño todo el tiempo que pudo en el sótano de la casa, hasta que éste se escapó. Hasta ahí, relativamente, la parte real. Es fácil suponer que, efectivamente, allá por 1735 nació un bebé deforme que, debido a la superstición acrecentada por ser, además, el hijo número 13 de una familia pobre, causó el terror -pobrecillo- en la aldea. Es fácil, también, suponer la dramática vida del niño que, sin desearlo, fue considerado un ser maldito. Y aquí, también, es fácil saber que comenzó la leyenda.
El primer avistamiento conocido del diablo de Leeds tuvo lugar en 1778, cuando el Comandante Stephen Decatur creyó ver a una criatura muy similar a la descripción que contaban del extraño ser los viejos del lugar, sobrevolarle. En el siglo XIX los avistamientos fueron frecuentes: ya se había abierto la veda. José Bonaparte, el infame Pepe Botella de nuestra historia, aseguró verlo en diversas cacerías en las que participó, sobre 1820, en Nueva Jersey. La locura, sin embargo, llegó en 1909. En tan sólo una semana, la del 16 al 23 de enero, más de mil personas declararon haber visto al diablo de Jersey en diferentes lugares muy dispares. La leyenda del diablo alado se reavivó hasta el extremo de llegar a producirse absurdas falsificaciones del bicho: un canguro al que se le habían pegado en el lomo un par de alas falsas fue, por ejemplo, presentado ante el zoo de Philadelphia, que ofrecía una jugosa recompensa a quien capturase al monstruo.
Después de esta semana de terror, los avistamientos del monstruo se redujeron considerablemente, apareciendo sólo ocasionalmente y de forma siempre individual. El diablo de Jersey es ahora -afortunadamente- tan sólo una historia de miedo que contar a los niños en Halloween, a la luz anaranjada de las calabazas y en la oscuridad de la noche en la que, por una vez, los muertos, los vivos y los intermedios conviven en el mismo universo.
¿Tan sólo? Por si acaso, vigilen sus espaldas, y estén atentos a cualquier chillido que provenga de allá arriba, cerca del cielo...
Lo que se dice del diablo de Jersey es común a muchas otras leyendas criptozoológicas: una suerte de dragón alado, con no muy buenas intenciones, que se esconde en los montes desde hace siglos y que, periódicamente, sale de su madriguera para llevar a cabo terribles hazañas con humanos.
La historia oral nos remite a 1735, y es muy probable que tenga, como todas, una base real. Cuenta que, en ese año, una mujer llamada Deborah Leeds, esposa de Japhet Leeds, parió a su treceavo hijo en esta vieja y pobre casa de Burlington, cerca de Leeds, Nueva Jersey. El niño, aparentemente normal, creció hasta adquirir una forma monstruosa: desarrolló cabeza y patas de caballo, alas de murciélago , cuernos de cabra y cola de dragón. Deborah, temerosa del qué dirán, encerró al niño todo el tiempo que pudo en el sótano de la casa, hasta que éste se escapó. Hasta ahí, relativamente, la parte real. Es fácil suponer que, efectivamente, allá por 1735 nació un bebé deforme que, debido a la superstición acrecentada por ser, además, el hijo número 13 de una familia pobre, causó el terror -pobrecillo- en la aldea. Es fácil, también, suponer la dramática vida del niño que, sin desearlo, fue considerado un ser maldito. Y aquí, también, es fácil saber que comenzó la leyenda.
El primer avistamiento conocido del diablo de Leeds tuvo lugar en 1778, cuando el Comandante Stephen Decatur creyó ver a una criatura muy similar a la descripción que contaban del extraño ser los viejos del lugar, sobrevolarle. En el siglo XIX los avistamientos fueron frecuentes: ya se había abierto la veda. José Bonaparte, el infame Pepe Botella de nuestra historia, aseguró verlo en diversas cacerías en las que participó, sobre 1820, en Nueva Jersey. La locura, sin embargo, llegó en 1909. En tan sólo una semana, la del 16 al 23 de enero, más de mil personas declararon haber visto al diablo de Jersey en diferentes lugares muy dispares. La leyenda del diablo alado se reavivó hasta el extremo de llegar a producirse absurdas falsificaciones del bicho: un canguro al que se le habían pegado en el lomo un par de alas falsas fue, por ejemplo, presentado ante el zoo de Philadelphia, que ofrecía una jugosa recompensa a quien capturase al monstruo.
Después de esta semana de terror, los avistamientos del monstruo se redujeron considerablemente, apareciendo sólo ocasionalmente y de forma siempre individual. El diablo de Jersey es ahora -afortunadamente- tan sólo una historia de miedo que contar a los niños en Halloween, a la luz anaranjada de las calabazas y en la oscuridad de la noche en la que, por una vez, los muertos, los vivos y los intermedios conviven en el mismo universo.
¿Tan sólo? Por si acaso, vigilen sus espaldas, y estén atentos a cualquier chillido que provenga de allá arriba, cerca del cielo...
1 comentario:
Con esta vida loca de llevo no me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos tus historias...
Felicidades!!!
Publicar un comentario