09 noviembre, 2008

De Wu Chao (624-705)

Cuando Wu Chao vino al mundo, en una fría tarde del año 624, su padre montó en cólera. Otra niña a la que mantener. Otra mujer por la que, tras años de manutención, habría que pagar porque se biencasara y se fuera de casa. Otro ser inferior que nunca haría nada de provecho, ni llevaría el honor a la familia, ni la riqueza, ni nada. Efectivamente, el padre de Wu Chao conocía bien la sociedad china. En aquella época (y hasta hace bastante poco), las mujeres eran seres secundarios que una familia noble podía permitirse tener, pero que jamás tendrían posibilidades para conseguir todo aquello que estaba reservado a los hombres.

Pero si estamos hablando hoy aquí, casi mil cuatrocientos años después, de Wu Chao, es porque ella sí lo consiguió.

La joven se autoeducó, en una época en la que las niñas -ni siquiera las nobles- no recibían ningún tipo de formación, hasta convertirse en una adolescente culta, y -eso lo hizo la naturaleza- bella. Por ello el padre decidió mandarla como integrante del harén del viejo emperador Tai Tsung, al que le faltaba poco para morir. La joven Wu poco tenía que hacer con el anciano, pero supo arrimarse bien a su hijo, Kao Tsung, que ya tenía esposa y concubina. A pesar de que pronto se convirtió en la favorita del futuro emperador, éste sólo podría aceptarla, como mucho, como segunda concubina, protocolo mandaba.

Al morir Tai Tsung, sus concubinas -incluida Wu- sufrieron el castigo que se les imponía a aquellas que lo hubieran sido del emperador muerto. La tradición mandaba. Wu fue rapada al cero y encerrada, pero el amor pasional que ya sufría Kao Tsung por ella hizo que el nuevo emperador se colase muchas veces en su celda hasta que, en 654, Wu parió un hijo varón. A partir de entonces todo son sospechas, alentadas por amigos y enemigos, pero que dejan translucir un hecho innegable: las tres mujeres, esposa, concubina y concubina no oficial, emprendieron una guerra por el poder, ya que el amor de Kao Tsung ya estaba bien a salvo en el corazón de Wu. Algunos cuentan que Wu llegó a asesinar a su bebé para culpar a las otras dos mujeres, otros, que realmente fueron ellas las asesinas. La cuestión fue que en 655, de un modo u otro, esposa y concubina fueron misteriosamente asesinadas y Wu consiguió, por fin, casarse con Kao Tsung.

Wu se fue deshaciendo poco a poco de todo aquel que le supusiera un estorbo. Al hijo de la antigua concubina del emperador lo envió como embajador a otras tierras, a su sobrina la envenenó y los dos hijos que había tenido con el emperador después del primer bebé muerto fueron, el uno, exiliado, y el otro, declarado incapaz. En 660, con 38 años, Kao Tsung sufrió una enfermedad que le postró en la cama, casi vegetal. Ahí fue donde Wu Chao tomó el poder. Logró lo que no había logrado nunca antes ninguna mujer, con métodos no demasiado diplomáticos, es cierto, pero... ¿es que acaso los hombres que accedían al poder en la China de aquella época no empleaban estrategias similares sin que nadie se echase las manos a la cabeza? El emperador falleció en 663, y Wu Chao fue proclamada emperatriz.

La aprobación de la libertad de cultos, la expansión de china con la conquista de la actual Corea, el desarrollo de culturas y artes, de la ciencia y de la sanidad, de la educación y la creación de nuevas leyes más favorables a la mujer fueron, a grandes rasgos, el producto del largo mandato de Wu Chao, que fue extremadamente longeva para la época, ya que falleció en 705, cuando tenía la friolera de 81 años... 81 años de hace, claro, mil trescientos años.

Cuentan (y nunca se sabrá si fue verdad o mentira) que seis años antes Wu Chao había creado un harén de concubinos para ella, ante el escándalo de la misma sociedad que consideraba perfectamente normal la existencia de harenes de concubinas para los emperadores varones. Cuentan, y jamás sabremos si fue real o una invención de sus enemigos, que durante el casi medio siglo que duró su mandato Wu Chao, ésta ordenaba a sus visitantes que la saludaran... lavándose la boca y haciéndole un cunnilingus.

De armas tomar. Y, en caso de que lo que cuentan sea real, extremadamente avispada...

Fuentes : 1 | 2 | 3 |

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